The Artist at Work
Thursday, December 12, 2019 - Sunday, October 25, 2020
Artists have long created images of themselves engaged in art-making in order to elevate their social status and establish their cultural importance. Whether in grand self-portraits, views of studios and art academies, or depictions of outdoor sketching expeditions, artists frequently cast themselves as their primary subject. Showcasing representations of artists at work from the Blanton’s collection, this exhibition examines the ways in which artists have performed their identities, built their reputations, and interacted with the marketplace over the last 500 years.
Gallery TextThe Artist at Work
Artists have long created images of themselves engaged in artmaking. In these galleries, artists wield paintbrushes, chalk-holders, etching needles, and chisels, drawing attention to the talent required to skillfully employ their tools. By casting themselves as the primary subject of their own works through grand portraits, views of studios and art academies, and depictions of outdoor sketching expeditions, artists elevate their social status and establish their cultural importance.
Most of the objects here are prints – images produced in multiple and intended for broad distribution. The deliberate choice of this artistic medium is a further strategy employed by artists to fashion and promote their public personas. Showcasing representations of artists at work drawn mainly from the Blanton’s collection, this exhibition examines the ways in which artists have performed their identities, built their reputations, and interacted with the marketplace over the last 500 years. In these images, artists ask for our interest not only in their work, but also in themselves.
Crafting Artistic Identity
Prior to the Renaissance, European artists were typically regarded as akin to craftsmen: people who executed their work following traditional patterns or patrons’ requests with little room for creative innovation. Over the course of the sixteenth century, however, artists began to claim an elevated status, arguing that the visual arts of painting, drawing, sculpting, and printmaking were intellectual—rather than simply manual—pursuits that required unique talent. Artists were largely successful in convincing the public that they were worthy of such esteem. During this period, patrons began to request the work of artists based not only on their technical skill, but also on their distinctive visual style, demonstrating a new awareness of the different aesthetic qualities of individual artists’ hands.
Artists’ appeals for public interest manifested in numerous ways, from simply signing their work (a practice which was not commonplace until the Renaissance) to disseminating portraits of themselves. Portraiture transforms artists into icons—marketable personalities worth remembering. Artists also immortalized themselves in allegorical depictions utilizing classical and Christian imagery. Whether triumphantly ascending Mount Parnassus or painting a vision of the Virgin and Child, artists claimed their talents made them virtuous and thus worthy of attention and admiration.
In the Academy and the Studio
In the sixteenth century, artists began to teach the theories of design that underpinned their practice in settings that equated their pursuits with academic ones. Italian artist Baccio Bandinelli hosted gatherings in Rome and Florence in the 1530s where young artists could learn academic theory while practicing their skills alongside masters, as portrayed in Enea Vico’s print in this gallery. More official organizations developed later in the century, such as the Florentine Academia del Disegno (Academy of Design), and continue today in the form of art schools and visual arts programs in universities.
While academies emphasize artistic training in a group setting, we often think of artists as solitary figures practicing alone in the studio. Though in many ways understood as private spaces, studios were often open to others, from hired models, to fellow artists, friends, and patrons. In this way, studios also served as sites of public performance—places not only for art-making, but also myth-making—as artists depicted their studios as sites for the display of the singular genius working within.
Entering the World and the Market
At the same time that artists were establishing academies and studios, they began venturing outside to copy classical statuary and ancient ruins. They also frequented private collections and museums in order to copy masterpieces by other artists. During the eighteenth and nineteenth centuries, working en plein air (outdoors) became increasingly popular, with artists sketching and painting the surrounding landscape. A more recent way of transcending the boundaries of the studio is through conceptual art, in which artists may simply present instructions for projects which can be carried out by anyone.
Artists also interact with the world through the market. Buying and selling is essential both to making a living and gaining renown. The works on display here recognize the diverse ways in which art is sold, from expensive galleries to cheap print stalls. Depictions of the marketplace acknowledge that though an artist’s work may be complete, the life of an artwork continues long after it leaves the hands of its creator.
El artista en su oficio
Los artistas llevan mucho tiempo creando imágenes de sí mismos en el proceso de creación artística. En estas galerías, los artistas toman sus pinceles, portatizas, agujas de grabado y cinceles, dirigiendo su atención a la habilidad necesaria para utilizar estas herramientas con destreza. Al representarse a sí mismos como el tema principal de sus propias obras a través de grandes retratos, imágenes de estudios, academias de arte y representaciones de expediciones para bosquejo al aire libre, los artistas logran elevar su estatus social y establecer su importancia cultural.
La mayoría de los objetos que componen esta exposición son grabados: imágenes producidas en serie y destinadas a una amplia difusión. La elección deliberada de este medio artístico es otra de las estrategias empleadas por los artistas para moldear y promover su imagen pública. Esta exposición, que presenta imágenes de los artistas en su oficio, provenientes principalmente de la colección del Blanton, analiza las formas en que los artistas han presentado su identidad, construido su reputación e interactuado con el mercado a lo largo de los últimos 500 años. En estas imágenes, los artistas solicitan que prestemos atención no sólo a su obra, sino también a su persona.
Elaboración de la identidad artística
Antes del Renacimiento, solía considerarse a los artistas europeos como una suerte de artesanos, que ejecutaban su obra siguiendo patrones tradicionales o las solicitudes de sus mecenas, dando poco lugar a la creatividad. Sin embargo, a lo largo del siglo XVI, los artistas comenzaron a reivindicar para sí mismos un estatus elevado, con el argumento de que las artes visuales de la pintura, el dibujo, la escultura y grabado eran ocupaciones intelectuales—y no sencillamente manuales— que requerían de un talento único. Y, en gran medida, lograron convencer al público de que eran dignos de semejante consideración. Durante este periodo, los mecenas comenzaron a solicitar obras de artistas no sólo sobre la base de sus habilidades técnicas, sino también de su característico estilo visual, lo que demostraba una nueva conciencia acerca de las distintas cualidades estéticas de la destreza individual de los artistas.
La apelación de los artistas al interés público se manifestó de diversas maneras, desde el simple acto de firmar sus obras (una práctica que no era común antes del Renacimiento) a la difusión de sus propios retratos. Los retratos transformaron a los artistas en íconos, personalidades comercializables dignas de ser recordadas. Los artistas también se inmortalizaron en representaciones alegóricas utilizando imaginería clásica y cristiana. Ya fuera que se los viera ascendiendo triunfantes el monte Parnaso o pintando una imagen de la Virgen y el Niño, los artistas aseguraban que su talento era sinónimo de virtud y, por tanto, digno de atención y admiración.
En la academia y el estudio
En el siglo XVI, los artistas comenzaron a enseñar las teorías que sustentaban su práctica en entornos que ponían su ocupación en pie de igualdad con las actividades académicas. El artista italiano Baccio Bandinelli organizó reuniones en Roma y Florencia en la década de 1530, donde los jóvenes artistas podían aprender teoría académica mientras practicaban sus destrezas junto a los maestros, como puede verse en el grabado de Enea Vico expuesto en esta galería. Más avanzado el siglo, fueron naciendo organizaciones más oficiales, como la Academia del Dibujo de Florencia, que continúan activas actualmente en forma de escuelas de arte y programas de artes plásticas en las universidades.
Si bien las academias hacían hincapié en la capacitación artística colectiva, solemos creer que los artistas son figuras solitarias que llevan a cabo su práctica en el estudio. Y, aunque en cierto sentido se los entiende como espacios privados, los estudios solían estar abiertos a otras personas, desde modelos contratados a colegas, amigos y mecenas. Así, los estudios también funcionaban como espacios de presentación ante el público —lugares donde no sólo se creaba arte, sino también mito—, ya que los artistas representaron sus estudios como el espacio donde exhibir su excepcional genio.
Introducción al mundo y al mercado
A la vez que comenzaron a establecer academias y estudios, los artistas se aventuraron al mundo exterior para copiar estatuas clásicas y ruinas antiguas. También frecuentaron colecciones particulares y museos para copiar obras maestras de otros artistas. Durante los siglos XVIII y XIX, el trabajo en plein air (al aire libre) ganó en popularidad, y los artistas se dedicaron a bosquejar y pintar los paisajes que los rodeaban. Una forma más reciente de trascender los límites del estudio es el arte conceptual, con el cual los artistas pueden sencillamente presentar instrucciones para proyectos que pueden ser llevados a cabo por cualquier persona.
Los artistas también interactúan con el mundo a través del mercado. La compraventa del arte es fundamental tanto para ganarse la vida como para hacerse un nombre. Las obras expuestas aquí reconocen las distintas formas en que se vende el arte, desde costosas galerías a puestos de grabados baratos. La representación del mercado reconoce que, aunque la obra de un artista pueda estar finalizada, la vida de una obra de arte continúa mucho después de dejar las manos de su creador.